POEMAS Y ANTIPOEMAS DE NICANOR PARRA

 

por Gonzalo Rojas

 

En 1938 pasaron muchas cosas importantes en Chile. Entre esas anoto la publicación del primer trabajo poético de Nicanor Parra: Cancionero sin nombre. Aunque sellado por el influjo de García Lorca, aquel primer trabajo contenía ya los caracteres fundamentales de la poética de Parra, visión múltiple, vertiginosa pero unitaria de la realidad, gracia popular, encanto humorístico, claridad, búsqueda de la precisión a toda costa. Posteriormente, vino el Nicanor Parra de Antologías, etapa en la cual aquietó sus aguas en una expresión nítida de clásico aprendizaje. Y después de los años de aprendizaje los años de viaje: Estados Unidos (desde 1942 a 1944): Inglaterra, Europa (desde 1948 a 1950), para entrar en un trato más vivo con la investigación matemática por "este gran trovador que puede de un sólo vuelo cruzar los más sombríos misterios o redondear tomo una vasija el canto con las sutiles líneas de la gracia", según advierte Neruda en nota de solapa, es una cabeza bien cultivada en las altas matemáticas, tanto como en los arduos teoremas estéticos. Ese doble sello de su personalidad: abstracción máxima (rigor matemático ) y máxima concreción (rigor poético), lo predeterminan al vaivén pendular de la visión, de la experiencia y de la expresión. Es un ser problemático: todo un hombre.

¿A qué responde el titulo de esta obra laureada el año 1952 y publicada hace algunas semanas, Poemas y Antipoemas? No creo que se trate de dos visiones distintas del mundo y del hombre, ni sucesivas, ni simultáneas, sino de dos tipos de procedimientos, es decir, de dos intenciones. En realidad, el libro tiene tres partes y no dos. La primera contiene: "Sinfonía de cuna", "Defensa del árbol", "Catalina Parra", "Preguntas a la hora del té", "Hay un día feliz", "Es olvido" y "Se canta al mar". Casi todas estas piezas poéticas vienen en las recopilaciones antológicas de Chile aparecidas en los últimos diez años. La segunda parte son unos aguafuertes expresionistas, con un popularismo estilizado: "Desorden en el cielo", "San Antonio", "Autorretrato", "Canción", "Oda a unas palomas" y "Epitafio". Por último, la tercera es la zona prohibida, en la que campean los alardes de originalidad hasta el escándalo, con un prefacio "Advertencia al lector" incisivo con los "doctores de la ley" ("Como los fenicios, pretendo formarme mi propio alfabeto") que viene a ser su verdadera Ars Antipoética, no con una invocación al docto Aristóteles, sino a Aristófanes, el mismísimo diablo de los griegos, creador de la comedia antigua, cuyo instrumento esencial fue la sátira directa.

Antes de indagar rápidamente en los poemas más significativos, permítaseme adelantar algunas observaciones en un primer trato con esta obra:

1) Nicanor Parra es un poeta en plena madurez. No es ni el sentimental ni el instintivo de los 20 años. Tiene talento y maestría. Ejemplo de autocrítica implacable sabe lo que hace. ("Su vocación poética es tan poderosa como la fuerza en Miguel Hernández") Como el poeta latino, lleva adentro su empecinado "Non Omnis moriar". No me moriré del todo.

2) Es un poeta de hoy que maneja los elementos con la destreza de quien ha sabido leer bien y largo en la antigüedad y en la modernidad, y muy especialmente las letras de España, Francia e Inglaterra. Fuertemente amarrado a la tradición, ama, como Huidobro, la invención y la novedad, lo sorpresivo siempre. Esta lucha intencionada entre la aventura y el orden data de principios siglo. ¿Quién no recuerda los versos de oro de Guillaume Apollinaire?:

"Piedad para nosotros que
combatimos siempre en las fronteras
de lo limitado y lo porvenir".

¿Quién no recuerda a Huidobro, heredero de la estrella de Apollinaire en español, con ese mismo desenfado humorístico y esa visión más o menos arbitraria del día y de la noche? Parra está en la línea, pero llega a la contradicción misma cuando se atreve a mostrar el orden y la aventura de su temple no sólo ante un jurado (donde suele haber más de dos criterios), sino ante el gran público de hoy y de mañana como queriendo decir que hay poesía, tanto en los Poemas (donde emplea toda clase de procedimientos y sustituciones del lenguaje cotidiano: epítetos, imágenes tradicionales, imágenes visionarias, símbolos, desplazamientos, calificativos, contrastes, clímax, enumeraciones caóticas), como en los Antipoemas, donde se reduce a usar sólo algunos procedimientos de la poética contemporánea de aspecto prosificante.

3) Pertenece a la falange de los libertadores en poesía que buscan la renovación de la expresividad. Se atreve con un sistema poético experimental que intenta romper con el tono delicado (arco iris) y con el tono elegíaco (dolor), a pesar de que él mismo es una naturaleza romántica (malgrolui), un sentimental redimido por el humor. En los Antipoemas practica una técnica curiosa, llena de ingenio y de gracia, pero que encierra el peligro de la frivolidad, si se insiste mucho en ella: combina el ingrediente del humor, de extracción romántica como sabemos, con un sistema descriptivo, semejante al que emplean los buenos novelistas actuales en sus análisis.

Sin insistir en los problemas de las funciones literarias sobre las cuales se ha teorizado tanto, estimo que nuestro poeta, al rehuir el virtuosismo literario -con base tal vez en aquella vieja concentración mística, según la cual el sonido corresponde a las cosas significadas- llega a una valoración extrema de lo concreto, hasta sacar al yo de su altar tradicional en la lírica. Pero acaso va demasiado lejos en este propósito de hacer poesía "a base de hechos", como ha dicho en cierta oportunidad. La poesía se hace, demás está repetirlo, con palabras. Es concentración expresiva. Nunca se podrán eludir los procedimientos. Parra lo sabe muy bien, pues ha elegido los suyos con gran sabiduría en estos Antipoemas: enumeraciones caóticas, automatismos, collages, imágenes materializadas; en una palabra, un creacionismo inventivo, con un rechazo sistemático de la imagen tradicional, del epíteto y de ciertos tropos; rechazo que termina convirtiéndose en un verdadero procedimiento.

4) Lo anotado arriba se halla en consonancia con el escepticismo que lo caracteriza. Parece, con André Breton, advertirnos que no es el hombre de la adhesión total.

5) El libro de Parra es algo vivo, que resuelve muchos problemas y plantea muchos otros en nuestra pequeña tradición poética. Tanto en los Poemas como en los Antipoemas, muestra una honradez, una genuinidad, un poder imaginativo de primer orden, que airean y purifican la atmósfera pesada de los versificadores al uso en nuestro país convencionales, truculentos, que "enturbian las aguas para hacerlas creer más profundas".

 

 

En: diario La patria, Concepción, 15 de agosto de 1954.

 

SISIB y Facultad de Filosofía y Humanidades - Universidad de Chile