PRESENCIA DE LA ANTIPOESÍA


por Federico Schopf

 

La obra de Nicanor Parra, desde Poemas y antipoemas (1954) hasta Obra gruesa (1969) está ya integrada a la historia literaria y constituye una parte insoslayable del horizonte de expectativas o modelos desde el que se lee poesía -y antipoesía y lo que sigue- en la actualidad.

Los poetas jóvenes se enfrentan a ella no sólo como advertencia para no recaer en modalidades ineficaces de hacer poesía -contra las cuales surgieron los antipoemas-, sino también como una escritura que sigue desarrollándose y que, cada cierto tiempo, reaparece en los escenarios públicos con proporciones renovadas; últimamente los "Ecopoemas", "La ... del Payaso", los Discursos de sobremesa, que se hacen cargo de los problemas más candentes de hoy y del problema mismo que es la supervivencia de la poesía en las sociedades dominadas por los medios masivos de comunicación (que no quieren a la poesía) y por la economía de mercado, que tampoco la promueve como objeto de consumo.

CONTRA LA CORRIENTE

Desde antes de la constitución de su diferencia -desde su preparación o infiltración en algunos poemas- la antipoesía fue acompañada por el comentario negativo de los críticos oficiosos -o sus compañeros de ruta- en el mediocre escenario de la cultura institucionalizada. "Sinfonía de cuna" y otros poemas fueron calificados -en 1941- de "poesía epidérmica, efímera, como todo lo que no se nutre de la realidad profunda del hombre".

No obstante, sorprendentemente, la publicación de Poemas y antipoemas produjo un enorme impacto entre los poetas, en especial, entre los jóvenes y desorientados escritores que empezaban a trabajar después de la Segunda Guerra Mundial y en plena Guerra Fría. Dos fueron sus rasgos que más llamaron la atención: la desacralización del yo poético, su decenso de las alturas a que lo había empinado el modernismo en nuestro medio y la reincorporación de la oralidad -sobre todo, del lenguaje coloquial, no sólo las palabras, también las estructuras sintácticas, las frases hechas, los lugares comunes del pensamiento- a la escritura antipoética.

LA NEGACIÓN ANTIPOÉTICA

La antipoesía es una escritura elaborada a partir de la negación de los rasgos esenciales de otras escrituras y de otros códigos literarios y no literarios. El antipoema es una contradicción, un contratexto. Es el resultado de la reflexión, pero todavía más de una indagación llevada a cabo en la práctica poética misma.

La antipoesía se (des)construye también -como lo percibieron los poetas jóvenes de entonces- sobre la base de la negación de cierto tipo de poesía política representada ya por numerosos poemas de Canto general. El antipoeta veía en ella la reaparición - insostenible desde el materialismo - de un poeta elevado y de una representación de la realidad histórica ideológicamente reajustada y recubierta.

Pero el discurso antipoético no es -como siguen creyendo algunos profesores- la simple negación de las modalidades anteriores de hacer poesía. No depende simétrica, especularmente de los modelos que niega ni expresa o representa simplemente la negación de sus representaciones. Sus límites no coinciden negativamente con los límites de lo que niega. Su negación -irónica, paródica, perifrástica, desconstructiva- libera capacidades expresivas, representativas, referenciales, connotativas que no existen en el uso positivo de sus medios y materiales.

El rasgo más sobresaliente de los antipoemas -y el más chocante cuando hizo su aparición en la escena literaria- es su utilización del discurso coloquial.

El antipoeta traslada discursos de lugar. (Des)compone la escritura con ellos. Aunque parezca lo contrario, la antipoesía es poesía (que va más allá de la) metafísica y, a la vez, exhibe su andamiaje, los límites de su capacidad testimonial y cognoscitiva.

En la última edición del libro preparada por René de Costa, con un prólogo útil, pedagógico, se lee una importante declaración de Parra en relación a la estructuración del libro: "Hacia 1954 presenté tres poemarios, bajo seudónimo, a un concurso de poesía patrocinado por el Sindicato de Escritores de Chile: Cantos a lo humano y a lo divino; Poemas ; y Antipoemas. Me tocó el primero, el segundo y el tercer galardones; el premio consistía en su publicación por la editorial Nascimento. Mi voluntad fue publicar sólo los Antipoemas, y a esto respondieron que los tres, al ser premiados, pertenecían al Sindicato".

La significativa estructura abierta del libro surgía, así, del feliz (des)encuentro del azar y las encontradas intenciones de los seres humanos.

El sujeto de la antipoesía se traslada, como se sabe, del espacio rural -del centro de Chile- a la capital de la república. Es un emigrante, no un afuerino. Lo atrae el prestigio de la ciudad y sus formas de vida modernas. Cree que en ella va a encontrar mayores expectativas de vida: realización y felicidad. Pero sufre un desengaño tras otro. Bajo las apariencias de paz social -a la sombra de la ley- impera la explotación más inmisericorde del hombre (casi todos) por el hombre (unos pocos).

Los individuos rehuyen el contacto, le temen. Se sumergen en la masa anónima. No hay comunicación, no hay comunión, no hay resguardo. Hay destrucción y desamparo, injusticia. Fuera de sí, desengañado, furioso, descentrado, el sujeto del discurso -que no coincide del todo , y tampoco formalmente, con el protagonista, originando en ese desajuste nuevos mecanismos expresivos- se dirige a sus semejantes.

La antipoesía se transforma, así, en una empresa de demolición y denuncia de las formas de vida alienadas que, a todo trapo, promueve la sociedad burguesa y su economía de mercado.

 

ATRAÍDO POR SUS ENCANTOS

No podría afirmarse, sin embargo, que el antipoeta sea un hombre que sólo condena esta sociedad o se margine de ella. Por el contrario, se siente irremediablemente atraído por sus encantos aparentes y verdadros. Así, se debate entre una entrega delirante al abismo de alienaciones que lo destruye y una búsqueda desesperada de comunión (que no se produce) o de salida (que tampoco se produce).

Expropiado de sí mismo, la sociedad y la naturaleza, el antipoeta concluye en el último verso de Poemas y antipoemas: "Pero no: la vida no tiene sentido". Claro, éste es un aspecto sólo del mensaje de esta obra abierta, aquél en que la ideología existencialista se superpone a la experiencia vivida, y, confundiendo la parte con el todo (inalcanzable), no logra ocultar las dimensiones positivas y bloqueadas de la vida.

Por cierto, la relación con el lector es conflictiva. El antipoeta debe buscar cómo atraer a un lector orientado masivamente hacia los medios de comunicación (en esa época la radio, los periódicos, todavía no la TV). Es un lector descentrado, distraído, al que puede llamarle la atención la cotidianidad del discurso y el tono en un género, la poesía, en que su horizonte de expectativas supone otros modelos (el del modernismo, el de las vanguardias). Pero la aparente familiridad encubre la más extrema agresividad.

Para el antipoeta, parece ser éste un eficaz modo de penetración en el lector, de conmoverlo con la representación de la situación del antipoeta y de sí mismo, de despertarlo. La comunicación antipoética opera en base a un tratamiento de shocks reiterados y poco previsibles. Tal como "los pájaros de Aristófanes/ enterraban en sus propias cabezas/ los cadáveres de sus padres (cada pájaro era un verdadero cementerio volante)/ A mi modo de ver/ ha llegado la hora de modernizar esta ceremonia/ y yo entierro mis plumas en la cabeza de los señores lectores (...), así el antipoeta quiere clavar sus mensajes: para que se pudran, germinen la resistencia.

Para muchos críticos, los antipoemas eran la estación terminal de la escritura parriana. Les parecía un callejón sin salida, el agotamiento de sus posibilidades expresivas, su Agonía del tránsito a la muerte.

Pero, la antipoesía ha tenido un desarrollo relativamente (im)previsible. No puede afirmarse que detrás de ella haya proyecto, con etapas programadas, a largo plazo. No es el resultado de una predeterminación y tampoco el del azar o la elección necesaria. El mismo está en permanente (des)construcción. Como el correlato de sus experiencias es centrífugo y centrípeto. Hay en él tendencias, inclinaciones a las que sigue la escritura antipoética en uno de sus desarrollos posibles, que no es lineal, sino múltiple. Desde 1954 continúa siendo la antipoesía una escritura experimental y atenta a los grandes (y nuevos) problemas de la época: la degradación del medio ambiente (amenaza ecológica), la amenaza nuclear, la amenaza de degradación corporal (Sida) y la degradación moral en una sociedad que sólo aspira al consumo.

 

 

En: diario La Época, suplemento "Literatura y Libros", Santiago, 27 de agosto de 1989.

SISIB y Facultad de Filosofía y Humanidades - Universidad de Chile